viernes, 30 de agosto de 2013

Más de una vez

Más de un día llegué a casa deseando abrazarte y no me atreví.
Más de una vez quise acariciarte pero no fui capaz.
Más de una vez deseé recostarme en tu regazo... pero cuando estuve a punto de hacerlo, me eché atrás.

Porque más de una vez me acerqué a ti y te desentendiste aunque decías querer estar conmigo.
Porque en más de una ocasión te busqué y no estabas ahí aunque me pediste que te llamara.
Porque más de una vez te dije "ven" y no viniste.
Porque hubo más de un día que lloré por ti.

Ahora te vas y no dices nada.
Pretendes quedar como amigo pero ni como tal actúas.
Dijiste que te faltaba tiempo pero no aprovechaste el poco que nos quedaba.
Porque al final te fuiste y no dijiste nada.

Más de una vez te dije "ven conmigo" y no hiciste nada.

sábado, 24 de agosto de 2013

Las prisas son malas consejeras

Disfruta. Aprovecha el momento. Y lo que tenga que pasar, ya pasará. No lo estropés con palabras y peticiones. Y si no hay tiempo para más, entonces es porque no tenía que pasar, y punto. Pero no fuerces las cosas. Porque entonces es cuando todo se tuerce.

Vive el presente, que el futuro nadie lo sabe. No intentes marcar el camino de antemano, ve abriendo paso poco a poco.

Cuando casi alcanzabas algo y estabas por tocar la meta con los dedos, quieres ir por el atajo y resulta que había piedras. Las prisas son malas consejeras.

Y sobre todo, no olvides nunca que las paredes tienen oídos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Un no se qué

Tengo un no se qué que qué se yo clavado en el pecho.
Una sensación de vacío cuando aún no falta nada.
Un sentimiento de pérdida me embarga.

No sé qué va a ser de mi cuando separe los pies de la tierra. En ese vuelo de dos horas que me alejará de aquí.

Se quedan cosas por hacer. Sentimientos por decir. Momentos por vivir... Y eso que aún no me he ido.

Tengo un no se qué que qué se yo clavado en el pecho... Y aún no me he ido.

domingo, 18 de agosto de 2013

Uno de esos días

Hoy es uno de esos días en que quisiera llorar.
No me preguntés por qué, porque no me sé explicar.
Hoy es uno de esos días en que quisiera llorar,
pero para mi tristeza, no me logro desahogar.
Hoy es uno de esos días en que quisiera llorar...
Las lágrimas, enemigas, no se dignan a ayudar.
Hoy es uno de esos días en que quisiera llorar...
No pidas explicación.... porque no la puedo dar.

Esa pequeña diferencia entre "Haz lo posible"y "Hazlo posible"

Un espacio. Una pausa. Un suspiro. Un tomar aire... Y la frase cambia por completo.

"Haz lo posible": Haz todo lo que esté en tu mano. Lo que puedas. Lo que llegues a conseguir.

"Hazlo posible": Consíguelo.

La primera; conformismo. La segunda; superación.

Y es que son las cosas que más insignificantes parecen las que, a menudo, marcan la diferencia.

No hagas lo posible, hazlo posible. Haz que el esfuerzo cuente.

Aquí y allí

A pocas semanas de mi regreso, me asaltan la duda y el miedo. Duda de si quiero volver o quedarme. Miedo por no encontrar lo que dejé al irme.

El haber experimentado la misma situación antes, no ayuda. Ya lo pasé mal en el pasado. Ya me vi fuera de lugar al regresar a lo que pensé que era mi casa.

Y además, por si eso no fuera suficiente, esta vez dejo atrás personas a quienes echar en falta.

Maldita y bendita oportunidad. Que a la vez me alegra y me entristece. Doy gracias y maldigo a partes iguales el haber venido y el irme.

Porque vuelvo con mi gente, pero dejo gente aquí. Porque vuelvo a mi casa, pero dejo casa aquí.
Porque vuelvo a mi tierra, pero mi tierra se queda aquí.

Porque quisiera dividirme... Para estar aquí y allí.

domingo, 11 de agosto de 2013

Felicidad

En ese momento en que la noche deja paso al día, dejo vagar a mi mente, que rescata recuerdos de días felices.
El olor a café por la mañana acompañado de la suave brisa de Sevilla que se se atreve a asomar por una ventana, abierta demasiado temprano en la mañana, mientras que de fondo se oyen las voces de señores que hablan en la radio de temas aburridos pero que, de forma perfecta, completan la escena.
Una bata a rayas grises y blancas sobre los hombros de una menuda abuela que, siempre atareada, no para de un lado a otro quitando polvo de superficies impolutas hasta que la cafetera anuncia con su peculiar silbido que el café ya está listo.
Yo observo desde la puerta como la luz que entra por la ventana del lavadero ilumina esa cocina en la que descansan las sillas amarillas que tantos desayunos han acompañado.
Felicidad.
Es un sentimiento inexplicable el que me embarga cuando rememoro aquellos días en Sevilla, en los que apenas levantaba un palmo del suelo, pero que están grabados a fuego en mi memoria como si fuera ayer aquél día que me desperté desorientada y me hallé en cuestión de segundos al sentir el aire pasar por la ventana y entremezclarse con el olor a café mientras mi abuela se atareaba limpiando una casa que siempre será mi segundo hogar.
Porque nací gaditana. Pero a Sevilla la llevo bien hondo.
Por eso los amaneceres para mi significan felicidad.