domingo, 22 de julio de 2012

A veces necesitamos a alguien


A veces necesitamos a alguien que, al vernos llorar, nos abrace sin pedir explicaciones; sin preguntarnos por qué lloramos. Porque a veces, ni nosotros mismos tenemos muy claro el motivo.

Aquella noche era una de esas veces. Las lágrimas acudieron a sus ojos sin haber sido llamadas, y empezaron a brotar sin cese durante lo que parecieron horas.

Cuando por fin las lágrimas se secaron, se recostó sobre la almohada empapada hasta que el cansancio le venció.

Al día siguiente se levantó con los ojos hinchados y como quien despierta de un mal sueño. Pero no había sido un sueño. Había sido real. Sus mejillas, tirantes por las lágrimas que se habían secado, le recordaban lo pasado la noche anterior.

Lo que habría dado por que alguien hubiera estado allí, a su lado, consolándole, sin pedir explicaciones. Pero era precisamente ese alguien el motivo de su pena.

Se había ido y ya no volvería.

Le había abandonado, sin dar explicaciones. Una nota de adiós en la encimera de la cocina había sido su despedida.

Ya habían pasado varios días y seguía sin dar señales de vida. “Saldré de tu vida por completo” le había dicho en la nota. Y así había sido. Ni una llamada, ni un mensaje… Ni siquiera las personas cercanas a ambos le habían sabido decir nada al respecto.

Se había ido y ya no volvería. Y una parte de sí había muerto con la huida.

miércoles, 11 de julio de 2012

Una mosca

Una mosca da contra el cristal y parece que llamen suavemente para captar mi atención. Pero miro a la ventana y ahí no hay nadie. Solo esa solitaria mosca que parece no haber aprendido que los cristales no pueden traspasarse.

Vuelve a la carga. Vuela, choca, retrocede... Pero no se rinde. Persevera en su intento por entrar en la habitación. Parece que busque algo al otro lado del cristal.

"El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra"... Eso es lo que dicen... Entonces esta mosca debe de tener algo de humana. ¿Y si la dejo pasar?

Pero en el tiempo que he dedicado a mis divagaciones, la mosca ha volado en otra dirección y ya no suenan los golpecitos en el cristal de la ventana.

Han dejado de llamarme para intentar captar mi atención. La perseverancia ha terminado vencida y la oportunidad se ha esfumado, la he dejado escapar.

Solo los segundos en que me he parado a pensar se han interpuesto entre la oportunidad que llamaba a mi ventana y la posibilidad de hacerla realidad.