Despega. Ya no hay marcha atrás. La suerte está echada. Ya está hecho… Y muchas otras frases que vienen a decir lo mismo. Allá voy. Londres me está esperando. A ver lo que me encuentro.
Con los oídos aún taponados por el despegue, no puedo evitar pensar en cuántas cosas cambiarán mientras esté fuera. Porque no soy tan ilusa como para creer que cuando vuelva todo seguirá igual. Solo espero que no se me olviden el olor a mar y el calor de mi tierra, porque allí donde voy no voy a encontrarlos. A la familia y amigos los puedo “tener” en el teléfono o en internet… Pero el sol y el olor a mar no se pueden embotellar y enviar. Llevo en la maleta el chaquetón, que de seguro me va a hacer falta, y en la cabeza, que ahora mismo está patas arriba, llevo mil y un consejos y mil y un cuídate. El corazón prefiere callarse, porque todo lo que se le ocurre es llorar, aunque no sabe muy bien por qué…
Yo nunca he sido “echá palante” y esto me viene grande… Que tres meses es mucho tiempo!
Pero tengo que hacerlo… Necesito hacerlo.
Ha sido Londres porque así ha cuadrado, pero de no haber sido Londres, tendría que haber sido cualquier otro sitio, porque llevo tiempo necesitando un cambio… Y los cambios hay que provocarlos, porque es muy difícil que vengan solos.
Quizás me equivoque, no lo sé. O quizás sea lo mejor que he hecho en mi vida… La cosa es que ahora mismo vuelo sobre España y me quedan al menos tres meses por delante en un país que no conozco.
Deseadme suerte!